La educación en los seminarios, según Castellani

hqdefaultEs de todos conocido que la crisis del clero, de las vocaciones, etc, está en directa relación con a crisis de los seminarios. Castellani, siempre tratando de arreglar el mundo, pretendió dar cinco conferencias sobre la “educación de los sentimientos” en esas instituciones siendo censurado apenas pronunció la primera. Veamos lo que decía: a mediados del siglo XX (Sebastián Randle, Castellani 1899-1949, Vórtice, Bs.As.,516):

  1. «El seminarista necesita una fuerte educación intelectual; si es casa de estudios, que se estudie.
  2. El seminarista necesita educación artística: el arte es uno de los caminos más obvios de la “sublimación de los instintos”.
  3. El seminarista necesita aprender a hablar en público: la oratoria es un arte, arte necesario al sacerdote.
  4. El seminarista necesita teatro: para aprender oratoria y para expresar emociones, que es la manera de educarlas.
  5. El seminarista necesita vida familiar
  6. El seminarista necesita aprender un trabajo manual.
  7. El seminarista necesita menos meditaciones y más liturgia, menos disciplina farisaica y más comunicación con el “staff” del seminario; menos piedad palabrera y sentimentaloide y más obras de misericordia corporales.

 Con pura devoción a la Virgen, y sin deportes, amor a la familia, amistad fraterna, poesía y trabajo no formará usted la castidad, necesaria al sacerdote.

  1. «Si la Iglesia no puede existir sin el sacerdocio, que es una de sus partes in­tegrantes y si el sacerdocio no puede continuar sin la formación de clérigos, ¿no debemos acaso desplegar todas nuestras fuerzas para ayudar al Semi­nario, el instituto para la formación sacerdotal, para que llegue nuevamente a un estado floreciente? No os pido nada imposible, sino solamente lo que vosotros poseéis: el corazón y la caridad. Sé que tenéis poco dinero, pe­ro sé también que sois numerosos: muchos granos hacen una pila, y muchas gotas hacen la lluvia. ¿No hay acaso iglesias desiertas, altares abandonados, cátedras mudas, confesionarios vacíos, porque faltan sacerdotes que podrían cumplir ese servicio sublime? ¿No hay acaso jóve­nes que crecen sin conocer lo que es necesario para la salvación eterna, afli­gidos que esperan en vano un consola­dor, moribundos que deben comenzar el largo viaje sin asistencia sacerdotal? Sión está desierta, porque no hay na­die para llamar a los fieles a las fiestas del Señor. No creáis que quiero haceros prescripciones o imponeros duros sacrificios. Si os pido una limosna, lo hago con la humildad de un mendigo. Sólo tengo un pedido: ¡amad el Semi­nario! Eso sólo bastará para que vues­tro Obispo pueda hacer milagros. ¡Amad el Seminario! Entonces el deseo de vuestro Obispo será para vosotros una orden. Que nadie dé como pretexto la penuria de sus bie­nes, la pobreza de la parroquia, el espí­ritu impío de sus vecinos; porque no hay nadie que no pueda dar un cénti­mo, un poco de legumbres o una fruta para el Seminario. Nada es imposible para aquel que quiere y para aquel que ama. ¡Amad el Seminario! En la diócesis no hay obra más importan­te. Y el poco que vosotros sacrifi­quéis para los pobres candidatos al sacerdocio, os obtendrá una repetición del milagro por el cual la viuda de Sa­repta recibió abundante gracia: se privó del último bocado de alimento que le quedaba para ella y su hijo, para ofrecer al Profeta con qué rehacer sus fuerzas. Y como recompensa, la harina jamás faltó en la vasija y el acei­te no disminuyó en el cántaro». (Monseñor Giuseppe Sarto, entonces Obispo de Mantua (18841893) y luego San Pío X)

The Critic

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