El gran escrache

“Robertz, te necesito.”

Sonamos, me dije. Ivrancatelli otra vez. Hacía tiempo que no escuchaba nada de él. Es que después de la última consulta, de aquel “estamos mejor que nunca”, se le armó tremendo lío. Bueno, disculpen que no haya compartido las historias de lo que pasó después, pero ya vendrán. Estaba muy ocupado últimamente con los Panama Papers, y la Rosadita, y los encarcelamientos, que dejé esos temas para más adelante. Es decir, están escritos, pero por ahora el pueblo estaba interesado en otras cosas, así que decidí esperar. Bueno, este último no podía esperar, según Ivranca…

“Me gustó la columna del sábado, como encaraste el tema de los escraches.” Continuaba el whatsup. “Eso de amenazar con escraches es lo mejor.”

Ahora sí, ya no dudaba si realmente me entendía… Pero como era Ivrancatelli, mejor no contradecirlo, porque cree que por tener el puestito que tiene, nunca se va a equivocar. Pero entre él y el encargado de la Santa Silla hay un abismo, y además eso se reduce a la fe y la moral, pero bueno… que le explique otro, para eso están Anselmo Verde, y el Rubito, y tantos otros licenciados y doctores, “dos tercios” como dijo Fray Gallareta en su fallida misiva al prefecto general.

Ivrancatelli fue derecho al grano: “Tengo que escrachar a los que no firmaron. Dame una mano.”

“Sonamos,” me dije. “Si nadie vio nada, ni la carta ni la contra carta…” Pero me entró un cierto alivio cuando me llegó un mensaje largo: era el escrache. “Decime qué te parece,” rezaba otro texto. Yo sólo tenía que darle mi opinión. Mi temor a que se viniera una ola de escraches, y que ya ninguno de los nuestros pueda salir a la calle sin el temor a ser señalado por el gorilaje se hizo realidad… He aquí el texto de Ivrancatelli:

El gran escrache:

“Estimados encargados regionales: nuevas directivas. Hemos recibido acuso de la Santa Silla por la misiva escrita por Fray Gallareta, y firmada por la gran mayoría, aunque no por todos. Como saben, siempre en toda empresa hay un minúsculo grupo de rebeldes y disconformes. Éstos deben ser escrachados. Aunque con altura, con argumentos.

La única intención de la Santa Silla es destruir la gran obra. Por lo tanto, téngase a los no-firmantes como destructores, traidores, y vendidos.

Con respecto a los que dicen que, de acuerdo a nuestras Directivas, don Pedro es la autoridad final, y que por lo tanto hay que obedecer las directivas de la Santa Silla, recuérdeseles que los votos los hicieron ante mí, no ante don Pedro, y por lo tanto la obediencia primera es ante esta institución empresarial.

A los que niegan que la decisión tomada es grave y humillante, porque de hecho pedimos humillaciones, y porque la situación tanto del Irreprochable, y la del gobierno es grave, apartarlos inmediatamente. No hay que escuchar a los que te señalan con las Directivas que algo no va. No se dan cuenta que a las Directivas hay que interpretarlas en el espíritu del superior.

Contra los que arguyeron contradicciones entre la carta de Fray Gallareta y mi misiva del 23 de noviembre, porque además de avisar acerca de los dos susodichos veedores, yo lo tomé como una gracia de Dios para nuestra empresa, una tutela y garantía de la Reunión General por la asistencia de estas personas, no ha de ser visto como tal. Lo mío son simplemente palabras, porque no me puedo quemar públicamente. Ustedes saben bien que por dentro y ad intra pienso otra cosa: Nos quieren destruir por cuestiones teológicas. Son todos progresistas.

Algunos esgrimieron que es falso lo de que un presidente impuesto no generará ninguna confianza, porque de hecho Don Avichuela ahora, y Don Yerba anteriormente, han presidido todas las Reuniones Generales. La verdad que me mataron. Pero aquí se trata de este caso en particular, no en general. No hay que ir a los principios, hay que ir a las consecuencias.

Contra el que negaba que esto se trate del espíritu de colegialidad del encargado de la Santa Silla, ya que eso haría referencia a las relaciones entre la Santa silla y sus subordinados mayores, recuérdesele que estamos por encima de estos últimos, y por lo tanto sí hay colegialidad. Es más, como el gran Irreprochable nos lo predicó varias veces: Porque somos religiosos, zafamos de los obispos, o según otra versión: Nos hacemos religiosos, para zafar de los obispos. Nuestra relación con la Santa Silla es directa, entonces.

Remarcar lo de “sensación.” Que todo quede en el plano sensible: sensación de humillación, de falta de confianza, de malas impresiones. Si alguno se niega, y se pone a razonar, excluirlo.

A los que arguyen que de hecho la Reunión General no será más el Supremo Gobierno del Instituto, porque nunca lo fue en la práctica, tienen razón, esos han entendido el espíritu sobre las Directivas, pero igual hay que callarlos. Esto es simplemente un argumento jurídico, ya que los de la Santa Silla son muy legalistas.

La Reunión General es altamente cualificada, excepto por aquellos miembros que fueron elegidos espontáneamente por el pueblo, y sobre los cuales no pudimos manipular el voto… pero son la minoría. Y el tener a algunos que piensen distinto nos va a dar diversidad. Pero es claro que la Santa Silla no confía en nuestro discernimiento al momento de señalar quién tiene que ser votado, promovido, etc. Muy mal el encargado de la Santa Silla. Pensar que mi tío tatarabuelo fue Jesuita. Y lo sabe. Se lo recuerdo todo el tiempo.

A los que critican nuestras estadísticas en la misiva, ignorarlos. No vale la pena explicarles que ya “dos” es “muchos,” porque es plural. Que si agrupas a todos por edades, la edad en la que más concuerden es la “mayoría.” Que si estudiaron en Roma, lo importante es que estudiaron, no si aprendieron algo.

Aun otros dicen que el poner la procedencia de los miembros no viene al caso, porque lo que se pide es una reforma del gobierno centralizado, y por lo tanto, aunque vengan de la luna los representantes, no viene al caso. Ignorarlos. Es que está todo arreglado para que salgamos elegidos nuevamente, porque eso es lo mejor, es el bien común, y ellos no lo ven, porque están cegados por la razón. Pero con lo de la intervención se nos está desmoronando el plan.

Otros dicen que si todos los representantes fueron votados por el pueblo, y de ahí saldrán los miembros que conformen el Consejo, por lo tanto no importa tanto si la Santa Silla los impone, porque de hecho ya representan a la mayoría de los miembros que lo votaron. Y arguyen que de hecho lo de Aldopetti no fue más que eso, porque lo elegí yo, sin ni siquiera haber sido votado para estar en la Reunión General. Es verdad, pero a Aldopetti lo nombré yo, no la Santa Silla, y por lo tanto no me dolió, además que teníamos que sacarlo urgente de la isla por unos escandaletes. Pero si me los eligen de arriba a los consejeros, entonces si me va a doler. Y los que dicen que tampoco va a haber mayoría contra el Director General, porque en caso de empate su voto vale dos, vamos a cambiar esa regla, y ahora va a valer cinco.

Finalmente, les comunico que nos agarraron los de la Santa Silla. No sé cómo, pero se dieron cuenta de que el susodicho Fray Gallareta fue un títere, y la carta no vino de él. Me acusan a mí de tramar todo, pero bueno, no les puedo decir quién fue, pero no fui yo. Vino de arriba. ¿Se entiende?

Den aviso a todos, menos a los que no firmaron. A esos a escracharlos. Y si alguno piensa que en esto no hay verdadero espíritu de familia, no se preocupen: los que no firmaron se autoexcluyeron de la familia. Eso de que era libre firmar no era tal, era obligatorio firmar bajo pena de quedar excluido. Y como ustedes bien saben, el superior no tiene la obligación de explicar todo a sus súbditos, y por lo tanto opté por callar estas condiciones. Por lo tanto es válido. Lo de que era libre firmar significaba que no había que forzarle la mano para que firme. Ustedes me entienden.”

Hasta aquí el texto de Ivrancatelli. Me quedé boquiabierto. Opté por no contestarle, no quiero ser partícipe del gorilaje. Y me fui al Brasil. Allí el whatsup sigue bloqueado, y no me va a poder contactar.

Segismundo Robertz