Pensamientos mágicos

280px-Hieroglyphe_karnakNo lograba acostumbrarse, tenía el alma seca, cada vez más Astennu sentía que su espíritu no era más que una duna de Ahaggar: arena, alacranes y escarabajos. Los privilegios de su trabajo eran pingües, sin embargo, cosas distintas son bienestar y vida. No había vida en su interior y eso le molestaba tanto como un grano de arena en el ojo. Nadie se muere por tener arena en el ojo, pero nadie puede pensar en otra cosa hasta que soluciona el problema. Las pálpebras de su intimidad existencial no se habían resecado todavía en sus entrañas al punto de no percibir las puntiagudas aristas de su muerte moral.

Los beneficios de su posición tenían un costo: prostituir sinceramente su intelecto escribiendo oráculos. Ser un hmw netjer (esclavo del dios: sacerdote), en Heliópolis, implicaba tener que responder esos mugrosos papiros, mal escritos, llenos de rancias aspiraciones fracasadas, de vidas fracasadas, que esperaban que Ra mágicamente pudiese consumar la más profunda de sus aspiraciones en una ridícula respuesta de tinta sobre papiro. Como ese hmw mesha (esclavo del ejército: soldado) que preguntaba si volvería glorioso de la guerra contra los Hicsos, si iba poder derrotar a los heftj y si iba a poder obtener su parcela de cultivo después de las guerras. ¿Qué responder?¿qué decirle al pobre hmw mesha?

Ya estaba harto de ser la voz de la esfinge. En un tiempo había creído sinceramente en eso de hacerle una lectura de la voluntad de Ra a la chusma, la gente estaba tan alejada de Ra, al menos los oráculos eran un modo de acercarlos a Ra, de hacerles conocer su punto de vista del altísimo. Y funcionaba, los hombres tienen una necesidad voraz de certezas y consumían ávidos esos trozos de papiro saítico, el de peor calidad, ese por el que eran famosos en Sais, hecho con el aserrín de la viruta de las phyliae de peor calidad. Para el colmo apoteótico y burlón de la metáfora fácil, en muchos casos, los hmw netjer, ni siquiera usaban el saítico virgen, y para ahorrarse miserablemente un par de estáteros de bronce, con la paciencia que solo un roñoso puede tener, borraban los mismos saíticos que la chusma arrojaba en el atrio del templo después de haberlos leído. Pavada de icono, la voz de la esfinge vuelta palimpesto.

La pregunta le taladraba la cabeza ¿Por qué los hmww njsut (egipcios) eran adictos a esos mugrosos garabatos de tinta sobre el saítico?¿Por qué?¿Por qué?¿Por qué, si hasta las comadres, los seres más supersticiosos del bajo Egipto, repetían socarronamente el dicho popular ‘bakw perw djet nuaw Ra’ (falso como oráculo de Ra)?¿Por qué en el arrebato prístino de la hipocresía si todo Egipto sabía, o imaginaba, o intuía el embuste falaz del papiro, con todo, continuaban a deglutirlo, como heneket fresca (bebida de cebada, cerveza ¿? ) en una ardiente duna de Siwa?

Astennu puso de pie su aceitunada e imponente humanidad y salió aturdido, boleado dirían en mis pagos, del templo de Ra.

Miró desconcertado el obelisco que señalaba hirsuto el cielo y como eran horas de la tarde y él había salido por la puerta oriental le cubría el sol, la intensidad del sol egipcio de la tarde se intuía, no tanto en el resplandor enceguecedor que circundaba el obelisco, sino en el negro intenso que se le imponía al contraste con el cielo. ¿Más metáfora?, ¿el inmaculado obelisco de Heliópolis vuelto azabache por la luz de Horus?

Se alejó del templo raudamente, como si tuviera un destino prefijado en su cabeza, pero en realidad sin saber a donde iba. En pocos minutos y sin darse cuenta estaba caminando por las callejas sucias de ḏȝỉs, el olor fétido de los pequeños canales cloacales le dio una bofetada sensible a Astennu, depertándolo de sus pensamientos tortuosos y culposos. De repente se encontró tratando de no pisar excrementos humanos en un lugar que ni siquiera la lacra egipcia, ladrones, asesinos y homicidas osaría frecuentar. Si hubiera permitido a su sensibilidad penetrar en su cerebro cientos de metros antes del lugar donde se encontraba, hubiera podido leer en el portal de entrada a ȝỉs un cartel en que decía תפוצות (tefutsoth) y en griego διασπορά y, discordantemente, ‘ȝỉs’ en egipcio hierático que literalmente significa ‘guerra civil’, el nombre más largo del barrio en realidad era ‘nedj ȝỉs’ algo así como lo que se salvó o quedó de la guerra civil, con el tiempo se contrajo simplemente a ȝỉs. Cambio de perspectiva interesante. En hebreo y en griego los significados coincidían, mostraban el punto de vista de los habitantes de ȝỉs, es decir, más o menos, ‘exiliados’. La lengua egipcia, por su parte, resaltaba su propio punto de vista ‘la escoria que quedó de la guerra civil’. Todavía quedaban rastros en la cultura de lo que los egipcios llamaban la Wer Keded (la gran carnicería) cuando los hebreos fueron expulsados a causa de los estragos que causaron a Egipto su magia y hechicería, en la narrativa egipcia, por supuesto.

De todo esto nada sabía Astennu, apenas el olor fétido lo hizo volver en sí se dio cuenta de estar en ȝỉs, el barrio hebreo. También, en ese momento, tomó conciencia de 5 o 6 sujetos de miradas torvas que lo seguían amenazantes a no más de 20 metros. Cuando los andrajosos se sintieron mirados por Astennu y sus finas ropas, que también los miraban, apretaron el paso decididos, fue como un clic, como un ahora es el momento de matarlo. Casi al mismo tiempo, con diferencia de décimas de segundo, la puerta de una de las pocilgas se abrió y emergió de la oscuridad un brazo potente y correoso que hacía suponer que su dueño gozaba de una importante humanidad. El brazo lo arrancó de la calle como ropa seca del tendedero y la fuerza que usó esa extremidad anónima le dislocó el hombro. Una vez atravesado el umbral sintió tras de sí el estampido de la puerta contra el marco y se dispuso a morir. Y cuando pensaba para sí ‘estúpido modo de acabar mis días’ escuchó algo más inquietante que la misma muerte. Una voz cavernosa, con una cadencia distónica, al menos para la musicalidad egipcia, destruyendo cada uno de los delicados matices sonoros del egipcio antiguo le disparó:

¡hmw pr-ȝ!, –modo despectivo con que se referían los hebreos a los egipcios que significa esclavo del Faraón– ¿qué demonios haces aquí? –En ese momento la luz escasa y amarillenta del candil terminó de revelar la enormidad de Amijal, un anciano hebreo que encorvado y todo era llamativamente alto y musculoso como artesano de piedras. El rostro feroz de Amijal continuó desencajado– ¡Es raro que hayas podido llegar al dintel de mi puerta!¡A la mayoría de los hmw pr-ȝ les cortan la garganta metros después del portal de ȝỉs!¡Qué estúpida borrachera de Noe se te ha subido a la cabeza para hacer algo así!

Astennu lo miraba desencajado con una mirada llena de humores oníricos, sin saber qué contestar, y sin saber si al contestar se exponía a otra broma de Bes, el dios del sueño. Finalmente pudo balbucear– Mi nombre es Astennu y soy… –Amijal lo interrumpió bruscamente– …sacerdote del templo de Ra, en Heliópolis –y continuó con una mirada condescendiente– es más que evidente, no tienes ni que mencionarlo. Pero, ¿qué haces aquí?

Astennu apenas logró balbucear por respuesta– No sé… –Amijal no quiso interrumpir con sus preguntas que le hervían el cerebro y lo dejó hablar, permitió que el susurro se asentara y fortaleciera en las palabras de Astennu– …fue como si me golpease la misma luz de Horus cada neurona de mi cerebro (licencia literaria anacrónica) y viese con transparencia la hipocresía del oráculo y el sinsentido del oráculo –Continuó narrando toda su experiencia minuciosamente y cómo fue que terminó ahí, en la casa de Amijal, casi perdiendo la vida. Mientras transcurría su relato se sintió penetrado por los ojos negros de Amijal, sintió que efectivamente lo entendía y que se compadecía de él. No sabía por qué, pero esa horrenda filacteria, que le crecía en la frente como un unicornio, le transmitía algo de paz. Algo le decía que torturarse llevando una caja en la frente tendría que tener un motivo y que ese motivo debía ser crucial. Algo le decía que clavarse en la cabeza una caja era en realidad para colgarse desesperadamente de algo, aunque no pudiese entender ni de qué, ni por qué. Al final del relato, casi al modo de una súplica se zambulló intensamente en los ojos negros de Amijal y le susurró– ¿Por qué?¿por qué?¿por qué? –al modo de una letanía que se iba muriendo.

La voz de Amijal sonó esta vez más calma y amigable y respondió pasado un momento y mirando pensativo– Es la magia, estúpido. Todos quieren magia, en el fondo todos quieren magia – ya casi cerrando sus ojos terminó la frase Amijal y todas sus facciones se habían cargado de una fatiga infinita cada vez que repetía la palabra ‘magia’.

– ¿Qué es la magia? – Dando absolutamente por supuesto que Amijal había dejado cientos de itrw (medida de distancia, 10 kilómetros aproximadamente) atrás el significado vulgar de la palabra magia.

Entonces Amijal comenzó un largo monólogo, extraído del muro de la tumba de un tal Astennu, en el cual se inspira este cuento, escrito en egipcio hierático, y que traduzco como puedo, sepan disculpar los anacronismos lingüísticos, pero ante la riqueza y heterogeneidad del hierático con cualquier otra lengua, solo puedo llenar los huecos con nociones contemporáneas:

La magia es la distancia infranqueable entre el deseo y el ser. La magia es la fantasía de la palabra. La magia es la palabra que cree que crea realidades. La magia es no llamar las cosas por su nombre. La magia es el verbo que crea causalidades quiméricas. La magia es la imaginación voluntarista como emergente absoluto. La magia es la superstición y es también la ciencia supersticiosa cuando se pretende absolutamente autosuficiente. La magia es la proyección de los estados internos sobre realidades externas que no dependen en absoluto de ellos. La magia es la religión vuelta solamente consuelo. La magia es el intelectualismo mágico que hace del entender el emergente absoluto. Es entonces que la magia crea iniciados gnósticos que son salvados por la magia de entender. La magia es también el voluntarismo apresurado (jesuítico sería demasiado anacrónico, pero iría muy bien como traducción del adjetivo Spt) del deseo. La magia es siempre la falta del respeto al ser, y al SER. La magia es la necesidad de crear una narrativa. La magia es la necesidad de defender algo. La magia es la apología, la militancia, el grupo, la propaganda, la pertenencia… la pertenencia…., definitivamente la pertenencia que se vuelve loca y se olvida del ser y del SER. La magia es la pertenencia inmanentista pupocéntrica, eso es la magia, creer que se crea bondad por simplemente una relación a algo o a alguien. La magia es sentirse hijo de Abraham sin ser hijo de Abraham. La magia es el olvido del esforzado acto de libertad. La magia es no querer hacerse cargo. La magia es querer evitar el esfuerzo de decidir con todas sus consecuencias. La magia es querer los beneficios sin los costos. La magia es no tener el coraje de enfrentar la tormenta y volver al puerto destrozando la nave contra el malecón. La magia es querer volver al puerto cuando el puerto es tu peor enemigo. La magia es refugiarse en paternalismos, necesitar de paternalismos y corporativismos para ser. La magia es la idealización de sí mismo, de otro, de la institución o de cualquier cosa que una vez mitificada te libra del empeño y del trabajo de ser. La magia es la mitificación. La magia es creer que se puede crear algo que realmente valga la pena tomando un atajo que nos evite el compromiso absoluto y crucificante del denuedo electivo de construirnos queriendo lo que queremos y de responder por ello. La magia es la esclavitud que uno se da a sí mismo –Terminadas las palabras de Amijal un silencio solemne se prolongó por varios minutos.

Cuando la curiosidad y la necesidad pudieron más se quebró el silencio– ¿Tiene solución? –preguntó Astennu totalmente agobiado y más desencajado que hace media hora cuando vio a la muerte a los ojos.

– No, para el egipcio no… – y agregó enigmático Amijal– al menos por ahora.

– ¿Por qué? – disparó Astennu como en un automatismo y casi pisando las palabras de Amijal.

– Por que son egipcios, son hmww njsut, servidores faraónicos, esclavos faraónicos, manifestación faraónica, lo que diablos ustedes entiendan por su polisémico sustantivo hmww, pero siempre “faraónico”, siempre sujetos a esa pertenencia genitiva fundante… –aquí la pausa se hizo densa y la última palabra brotó como un borbotón de asco de los labios de Amijal– … e inmanente.

Lo sorprendió profundamente a Astennu el desprecio teológico de Amijal por la palabra ‘egipcio’ (hmww njsut) y por su contenido etimológico, su asombro no se debía tanto a un orgullo nacional herido cuanto a la negación de algo universalmente tenido por excelente, es como si de repente alguien dijera que las aguas vivificantes del Nilo en realidad son veneno, que los aceites balsámicos queman o las piedras de Keops son transparentes como el aire. Todo su universo conceptual se había estremecido hasta lo más íntimo, hasta ahora, ser hmww njsut era simplemente sinónimo de ser y de todo lo que se convierte con el ser. Es como si en un idioma analítico hubiese una partícula maestra que diese sentido a toda la lengua y de golpe, un rayo enceguecedor, te hace ver que es el principio de todos los males. Con todo, totalmente desarmado y sin energías para ninguna defensa tonta de lo que había creído toda su vida volvió a preguntar – ¿Qué le falta al hmww njsut para vencer la magia?

Amijal se quedó pensativo y masticando la palabra que usó Astennu, shenew (falta, enfermedad como falta de salud) para significar la carencia propia del egipcio. Al cabo de un rato, sin decir palabra y con un pedazo de cal escribió en un muro tiznado por el humo y la grasa: בני האלהים (b’nai elohim) y le respondió a Astennu, de espaldas, sin mirarlo: – Ser hijos de Dios. El esclavo es esclavo y será esclavo solo puede vivir de la magia y tener esperanzas mágicas… puestas en otro… que mágicamente satisfará sus necesidades. Solo un Dios, que eleva al lugar de hijo y te da el espacio de libertad para serlo, te cura de la magia. Solo un Dios se esconde. Solo un Dios que acompaña en la más absoluta de las soledades. Solo un Dios te regala el mérito. Solo un Dios te hace el don más paradójico, la posibilidad que no sea puro don, que también sea tuyo, que sea ganado. Solo él te cura de la magia. Siempre que quieras curarte, porque hay muchos que han sido puestos en ese lugar y vuelven siempre al vómito de sus necesidades mágicas.

Astennu no necesitó escuchar más, se puso de pie y salió de la casa de Amijal, no se despidió, ni saludó, ni siquiera recordó el incidente por el cual casi muere hacía apenas una hora atrás y con una expresión espectral se alejó caminando por las calles de ȝỉs. Las amenazantes miradas del ghetto, esta vez, se estremecieron al ver su rostro, nadie osó ni siquiera acercársele. Lo dejaron pasar como si tuviese un alo fantasmal por salvoconducto.

No volvió jamás a Heliópolis, vivió el resto de sus días en el desierto, cerca de Kharga.

Todas las tardes, a la puesta del sol, como si fuese una herida mortal a la duna tiñiendo el cielo con sangre del ocaso, escribía en la arena la frase de Amijal: בני האלהים . Para que la arena, en su levedad e inconstancia, le recordase burlona con su renacer sin heridas, al día siguiente, que había borrado su escrito, que era algo que él no tenía, ‘shenew (la falta, la enfermedad)’, y a lo que aspiraba con cada milímetro de su terca existencia.

Escribió en hierático el monólogo de Amijal en lo que sería parte de su cámara mortuoria. Así es como un día de descubrimientos arjeológicos (el que pueda entender que entienda) pudimos llegar a conocer a ambos.

Finalmente tuvo una visión antes de morir. Volvió a ver por última vez el obelisco del templo de Ra, donde había gastado ‘sus mejores años’. Pero ya no estaba en Heliópolis, estaba en medio de una plaza, circunscripta por columnas, que si la miraban de arriba parecía el ojo de una cerradura. En la base del ojo de la cerradura se erguía una ciclópea edificación que extendía como dos brazos y manos que parecían proteger SU obelisco. En el frontón central del edificio, en el entablamiento pudo ver la siguiente grafía, sin entenderla:

IN HONOREM PRINCIPIS APOST PAVLVS V BVRGHESIVS ROMANVS PONT MAX AN MDCXII PONT VII

Supo en ese momento que la perseverancia de su escritura crepuscular en la arena volátil e inestable había dejado cicatrices en lo eterno.

¿El significado de esta visión?¿El Dios de la libertad que redime el oráculo y sana la magia?¿La magia como tentación sempiterna en el medio de los hijos del Dios de la libertad? Chi lo sa…

Lo cierto es que el obelisco del templo de Ra de Heliópolis, el obelisco de Astennu, está allí, en el medio de San Pedro y que él murió en paz… viendo ambas cosas.

 

Hermes

7 comentarios en “Pensamientos mágicos

  1. «Es la magia, estúpido. Todos quieren magia, en el fondo todos quieren magia»… nuestro pecado, nuestra debilidad, nuestro talón de Aquiles, que los gurús de toda época conocen y gracias a lo cual nos venden sus fraudes.
    Sólo aceptar el riesgo de vivir en la libertad de los hijos de Dios puede salvarnos.

    Me gusta

  2. La magia no es otra cosa que la «manipulación de la realidad». La Aldea esta llena de magos y manipuladores…»estamos mejor que nunca!» y en el fra tempo la realidad golpea inexorablemente no a las piedras sino a las almas y muchas de ellas consagradas. Pero el Gran Mago dice: «en toda guerra hay bajas…»

    Como decía el viejo Socrates:

    «El orgullo engendra al tirano. El orgullo, cuando inútilmente ha llegado a acumular imprudencias y excesos, remontándose sobre el más alto pináculo, se precipita en un abismo de males, del que no hay posibilidad de salir».

    Dios nos libre y guarde.

    Me gusta

  3. En la segunda guerra mundial, cuando los rusos atacaban a los alemanes, mandaban soldados sin fusil ya que pretendían tapar a Alemania de muertos y así invadirlos (fue lo que hicieron, de hecho). Alemania tenía 60 millones de habitantes y Rusia tenía más de 150. Proporcionalmente Rusia podía invadir Alemania ya que tenían mucha más gente. Por eso, los generales rusos mandaban a los soldados sin armas, debían avanzar y cuando encontrasen un fusil, ahí recién podrían defenderse. Pero a su vez, atrás de estas pobres “carnes de cañón” estaba la caballería, por si “alguno osaba tener miedo y querer huir”. Si avanzabas, te mataban los alemanes (mataron de hecho 17 millones de rusos). Si retrocedías, te mataba la misma caballería rusa. No te quedaba otra que avanzar y en una de esas “zafabas” (solo por milagro).

    En la Aldea da la impresión que los eternos han querido imitar la estrategia del ejército rojo. Mandamos al muere a las personas, y si se echan atrás, terminamos de rematarlos con la “caballería psicológica” del Teólogo Preguntón. O si queres rematarlos mejor aún, fíjate que problema de salud tiene y mándalo justo al lugar que “no puede ir”, así se termina de enfermar y lo mandamos al paraíso (obviamente, si es que lo merece…). A un aldeano “de color” intentaron mandarlo al planeta “Júpiter”, sin darse cuenta que en ese lugar la gente despreciaba a las personas de su raza. Menos mal que alguien los avivó, pero si hubiese sido por ellos, lo mandaban al muere a este pobre muchacho.

    Parece que la historia se repite. Nada de esto ocurrió, pero como varias veces hemos dicho, la realidad a menudo suele superar la ficción.

    Me gusta

  4. Muy buenas tardes a todos y todas por las dudas…soy el sacerdote Lucio Ballester….tengo conocimiento obviamente del Blog…y estoy ejerciendo mi ministerio en Andorra (España) con permiso de los superiores….para los «cazadores de brujas» les cuento que no soy ni «Larguirucho» ni «Hijitus» ni «Oakis» ni el «Dr Chapatín»…mi número de teléfono personal es 0034-691644465 por las dudas si alguno tiene dudas o desea contactarme personalmente (pero no para alcahuetear)y mi email personal es lucioballester2009@gmail.com…yo mismo estoy escribiendo estos datos por propia voluntad….it is not a fake!!! y sinceramente les digo que no quiero saber nada de nada (y tengo mis razones personales)….»las b…sobre la mesa».

    Me gusta

Deja un comentario